Objetividad canyengue

miércoles, 17 de agosto de 2011
Esto es un desahogo objetivamente canyengue -que vendría por sí mismo a ser un oximorón-. Si quiere ver la vida color de rosa, eche veinte centavos en la ranura... y no lea lo siguiente.

Vuelvo a chocar con la misma pared, a encontrarme con la misma retórica estúpida, a buscar respuestas donde no las hay: en este mundo no hay cabida para los sentimientos. No hay culpas, talvez solo la mía, por seguir creyendo que me merezco tener luz en los ojos, que puedo ser una chica Almodóvar y vivir plena en una película independiente. Claro, es mi culpa, por pensar que todavía se vale soñar y jugarse entero por eso.

Talvez será que tengo que aprender algo, que la vida me tiene reservada una lección detrás de cada zancadilla que me hace, tras de la cual siempre caigo comiéndome el asfalto y rompiendo cada vez más la máscara bullanguera –que cada vez me queda más pequeña y más ridícula-. Pero sí, soy pésima alumna y ya no quiero recibir una sola lección más, lo único que quiero de esta vida es ser felíz, es demasiado pedir?

Que si tengo razones por las cuales estar feliz? Las tengo, muchas. Pero no sé que tiene de malo querer tener la esperanza de amanecer y saber que alguien está pensando lo mismo que yo -cual manera de conquistar el mundo con el impulso de un abrazo-. No sé por qué resultará tan descabellado querer cantarle a alguien al oído, sentir manos en la piel, sentir lágrimas de felicidad, sentir brazos, sentir el sol al caminar juntos, sentir, sentir...

Sería más facil ser ordinaria, buscarme a alguien que me quiera ordinariamente, que me mande mensajes ordinarios, que me diga cosas ordinarias, que me dedique canciones ordinarias y que vayamos a lugares ordinarios a comer cosas ordinarias. Nos pasearíamos ordinariamente de la mano, fingiendo ordinariamente que nos gusta la normalidad, la vida sin sorpresas, sabiendo que esperar de cada cosa que se nos pone en frente. Eso es el amor, el amor ordinario, el único que existe y es posible y el único para el que yo no funciono. Poco ordinaria mi suerte.

Seguro lo que gane con todo esto es que algún día toda la inseguridad que voy echando al saco me convierta en una persona ordinaria, para la cual lo que canta ya no significa nada, lo que baila lo hace solo por lucirse, lo que vive ya no tiene más sentido que el obvio y deje de escribir, de pensar y por protegerme finalmente, deje de sentir. Y finalmente sea una diseñadora muy objetivamente exitosa con una vida objetivamente tranquila.

Ya estoy cansada de todo y todo sigue dando vueltas... permiso, que me quedan platos por lavar y una vida a la cual sonreír.
 
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