Llorarlo bien

Amanecer llorando.

Tender la cama, llorando.

No poder desayunar, porque se está llorando.

No poder contestar el teléfono para que no oigan los sollozos

ni la música de fondo.

Ni contestar los mensajes porque tiemblan las manos.

Llorar pensando en el ridículo que se hace llorando

mientras se gritan cosas sin sentido.

Llorar porque se acabó el azúcar

y el fresco de pera

junto con otras cosas.

Llorar porque se enfrió el almuerzo,

porque se quemaron las tostadas

por estar llorando.

Tener una diarrea de lágrimas,

que impida salir, por miedo a romper en llanto

y empapar todo alrededor

cuando tenga que caminar por Corrientes ficticia,

o pase por su puerta, o vaya a trabajar,

al gimnasio, a hacer compras, a quedar hasta el alma

porque en todo lugar se encuentra una razón para llorar.

Llorar de memoria, llorar improvisando.

Llorarlo todo, como decía Oliverio Girondo, pero llorarlo bien.