Me pregunto si esos personajes, igual que yo, pensaban qué estaría pasando en aquella ciudad añorada. Quien estaría bailando, quién cantando, quién durmiendo... Si se habrán formado un mito sobre la mujer que los esperaba, si ella todavía seguiría ahí en la puerta o si ya se habría buscado otro destino. Si todo seguirá en su lugar, o alguna cosa, por más pequeña que sea, habrá cambiado.
Porque haber ido tan poco tiempo, en una edad tan temprana -no habiendo entendido ni conocido muchas cosas que ahora tengo presentes- es como ver el escenario antes de una obra, pero nunca llegar a ver la función. Entonces uno, a fuerza de imaginación y soledad, se forma su propia versión de la obra, inventándole diálogos y acciones a personajes que nunca conoció.
Maestros desfilan por el escenario conocido y todas las noches hay magia en algún rincón. El pasado se mezcla con el presente de todas las formas posibles. Es un anacronismo perfecto, vivir el pasado con la comodidad del hoy.
¿Será que la distancia la hace tan mágica? ¿O que, sabiendo vivir en ella, sigue siendo así? De vez en cuando puedo poner la oreja tras la puerta del Teatro y darme una idea de lo que está pasando o pasó en aquella obra llamada Buenos Aires. Diálogos de una ciudad escondida tras un telón. De una ciudad de la que me llegan invitaciones a eventos, a descubrir la noche, la pasión, la felicidad... pero que al fin y al cabo no existe, o existe solo detrás de ese telón, de un vidrio inquebrantable, de la ventana del treceavo piso de una prisión.
Hasta que en algún momento pueda poner pie en un avión y ponerle fin de una vez a este maldito misterio. Cometer la acción de "volver", que en el idioma del Tango no es tan solo regresar.
0 chamuyos:
Publicar un comentario