Yo tuve una probadita del infierno tico en la Inauguración del Estadio Nacional.
Yo no pensaba ir. Me resultaba totalmente indiferente todo lo que había, me llamaba un poco de atención la salsa y los grupos nacionales, pero la verdad puedo ir a verlos en otras circunstancias menos circenses.
Hasta que el martes pasado que nos llamaron. Era una academia invitándonos a ayudarlos, porque necesitaban 10 parejas de Tango para el partido Costa Rica vs. Argentina. Pese a la emoción, ya sabía que las cosas iban mal desde ese momento.
Las condiciones: Menos de una semana de ensayos para bailar Por una cabeza con la Sinfónica Juvenil en vivo frente a 35000 personas, en dos tarimas de 5x6 metros. Me ahorro el mencionar las condiciones de la dirección escénica.
Mis compañeros me convencieron con que sería una experiencia inolvidable y algo que ayudaría a nuestro currículum. Entonces, acudimos. Los ensayos fueron entonces un ataque a mi sistema digestivo y muscular, pero esas son cosas que no vale la pena mencionar. Lo único positivo era compartir con mis amigos tangueros y reírnos de lo irrealmente terrible que era la situación.
Una nota en La Nación y las palabras de uno de los organizadores del show nos anunciaron tardíamente que había un convenio de publicidad y todos -propios y ajenos- apareceríamos con el nombre de la compañía en un "escenario especial para ese baile". Los nombres de Costa Rica Tango, Tango Saudade, Ricardo Jara y demás desaparecieron bajo la conveniencia y la inexactitud de los medios, que en este país nunca logran ser informativos sin pasar por lo publicitario.
El día del ensayo de escenario las cosas fueron todavía más risibles. El "escenario especial" eran dos pequeñas y podridas tarimas, ubicadas a los lados de las bancas de los jugadores, casi invisibles ante la vista del enorme público. Una barridita con talco solucionaría la pegazón del piso, rezando que no nos resbaláramos a la hora del show, pero nada más.
Llegó el martes y nosotros al Estadio. Luego de ser pintorescamente escoltados por la policía -como si de verdad al Estado le importara nuestra integridad física- fuimos internados en un camerino que fue lo único bueno de toda la estadía en ese coloso enclenque. Después de un tiempo ameno de maquillaje, pasadas, milonguita y vino, salimos ante las luces del Estadio.
Ahí me permití respirar hondo y disfrutar del paisaje. Bailé como hace años no lo hacía -porque en realidad, hace años no lo hacía jaja-. Las luces y la adrenalina hacen de mí totalmente otra persona, el hecho de salir con ganas de saltar frenéticamente y tirármele encima a mi parejo confirmaban que lo habíamos hecho bien. Todo valió la pena por ese momento.
Pero mientras la adrenalina se apoderaba de mí, el tercermundismo obviamente no desapareció. El convenio de publicidad quedó por los suelos cuando desapareció el nombre de la academia en medio de un pésimo sonido. La veintena de cámaras de tele y foto para las que posamos como divas estaban ahí robando aire, porque ni se transmitió en tele ni se cubrió en la prensa. Luego del espectáculo, como ganado, fuimos sacados del Estadio dejándonos a todos con las ganas de ver el partido como nos lo merecíamos.
Bueno, a Costa Rica Tango nada lo detiene y nosotros sí vimos el partido en el Estadio, pero esa es otra historia.
En cuanto al partido, si yo hubiera pagado por estar ahí estaría de luto todavía. Pagar para que se burlen de uno no es justo. Los grupos artísticos y deportivos fueron contratados para demostrar una vez más que somos un país incompetente. En lugar de hacernos sentir como en el primer mundo, la experiencia de la Inauguración nos hunde más en ese incómodo tercer mundo, donde a veces se tienen los recursos pero no se sabe qué hacer con ellos, porque la actitud de peones vagabundos, arrimados y vendidos no se puede disimular con un Estadio.
Que mal. Pero bueno sea como sea nadie les va a quitar que estuvieron ahi. La organización son otros cien pesos y queda como experiencia tambien.