En este domingo que muere, el mundo se movió para recordar a dos de tus hijos prodigios y celebrar tu existencia. Buenos Aires seguramente estaba más linda que nunca y eso me nubla los ojos como me los nubló su lluvia cuando paseabamos por calle Florida. Yo, sin más compañía que la lluvia y un matecito, lejos de tu ciudad pero cerca de vos, te celebro íntimamente.
Infinidad de veces he contado nuestra historia y he mencionado como el conocerte me cambió la vida. Todo el que me conoce sabe que tu existencia y la mía son indivisibles, aunque muchas veces me hayas visto ir y venir. Te dejé de escuchar, de bailar, he cambiado tu abrazo por otros más banales, pero al fin siempre me ves volver. Porque a vos es lo único a lo que vale la pena volver en esta vida.
Te hablo hoy, no con la misma ternura con la que te habló Rubencito Juarez, ni con la virtuosidad con la que te evocó el grandísimo Horacio Ferrer, pero sí con el mismo amor con el que le das sentido a este jodido mundo en el que "todo es grupo, todo es falso". Te hablo a vos, Tango, y te agradezco, cual si fueras de carne y hueso, todos estos años de ganancias y pérdidas, de juegos, de amigos, pero sobre todo de aprendizaje. Gracias por ser mi lucha y mi esperanza, mi razgo distintivo y mi manera de transitar por la vida.
Por muchos más de tus días, que siga la milonga!
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