demasiado comprometida para llorar.
Pasar un día y medio viendo al vacío
sin llorar.
Bailar aguantando el llanto,
mirar por el mismo agujero
y por tener algo de esperanza, no llorar.
Y de repente, mirar la carátula de un acetato,
darse cuenta de que la edición salió mal
y no encontrar un cutter. Y llorar.
Llorar por términos de grabado y fotografía,
por nombres de lugares y por ciertas horas.
Es decir, llorar semotizando.
Llorar cuando antes no lo hubiera hecho,
llorar de envidia, de soledad, de tanguedia.
Llorar como lloro yo, por la oscura nostalgia
de cosas que aún no han pasado.
Finalmente, llorar por darme cuenta
que solo lloro porque se me esfuma el sueño
de no tener puesto más que un Stetson
frente a una prueba de artista
mientras da vueltas la voz de Gardel.
Que explícita.
pucha que rico es llorar con ganas, como cuando uno siente un hueco en el pecho por mal de amores.
Daniela, gracias por estas palabras de llanto, me enternecen tanto que me gustaría secar tus lagrimas con frases tan bonitas como las tuyas, recitándotelas al oído mientras mi abrazo se mezcla con el tuyo en medio de un tango..