No es un ritmo, un baile, una poesía, un cantor, ni un bandoneón.
Es ese algo... que me emociona, me inspira, me acompaña, me consuela... me cambia la vida en cada compás.
Porque he tenido aficiones. Me he identificado hasta con lo inimaginable. Pero nunca, nunca había sentido una atracción tan grande hacia... algo.
Todo empezó una noche. Una radio y un dial, una mera casualidad. Una historia digna de las longitudes de un libro. Porque esas cosas solo le pasan a los juglares de Dios, como yo.
Siguió en una cita noche a noche, en una llamada, en miles de sueños... Unos cumplidos, otros perdidos... otros que solo esperan su tiempo.
Se cerró el dial y con él, una etapa de mi vida. Pero inició otra. Conocer mucha gente, bailar, reír y hasta (lo más extraño) llorar con ellos entre vino y despedidas. Gente que se va y gente que viene. Pero todos, buena gente al fin, todos a su modo.
Hasta conocí el lugar que deseaba ver al cerrar los ojos e imaginar el paraíso. Hasta un avión me llevó este fetiche extraño. Un avión que no quiere volver aún.
Está en cada minuto, en cada paso, en cada suspiro.
Es mi estilo de escribir. Es mi modo de caminar. Es mi voz al cantar. Mi tarjeta de presentación. Mi amigo, mi padre, mi amante. Es mi mente, mi doble personalidad. Es mi manera de ver el mundo y es el modo en el que el mundo me ve.
Pero es mejor decir que es el Tango... y nada más...
Felíz día del tango, que empieze la milonga!
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