Se llama Matías. Se llama Matías porque su papá es Argentino, y allá todo el mundo se llama Matías. O Gustavo. También por eso usa el pelo un poco largo, lo cual era una lata siempre en el colegio. Pero él se llama Matías.
Estudia arquitectura. Su sueño era estudiar diseño gráfico, o algo por el estilo, pero su papá ingeniero lo jaló a su bando. Pero él quería ser diseñador, por eso usa pantalones verdes y tenis doradas. Hermosas.
Su mamá siempre le dice que tiene ojos tristes. Que desde la primera vez que lo tuvo en sus brazos vio que él miraba al mundo con cierta melancolía, como si ya hubiese vivido muchas veces y siempre estuviera recordando. A Matías esos desvíos poéticos de su madre lo incomodan un poco, pero así es ella.
Matías no es de muchas palabras, pero cuando se lo llega a conocer te puede matar de la risa. Siempre se pasa encerrado en su ordenado cuarto escuchando música por horas o acompañado por su bajo, que toca desde que tenía como 14, cuando se hizo fan del funk.
Y lo más importante de todo. Matías no existe.
Matías es un poco de los fantasmas, un poco muy pequeño de mí y bastante de alguien que en un pasillo de Le Petit Monde (haha) chocó con una muchacha de pantalones magenta que olía a vainilla y que se sonrojó un poco, al igual que él.
2 chamuyos:
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Jajajaja entendió por donde iba la cosa... Jajaja y obvio, nunca hay que perder el caché jaja, además de que me hizo demasiada gracia la expresión!!! Graciesitas por meterse en mi blogsito y leercito y entendercito jajaja! Y veo cuenta de blogger... se va a hacer blogger compulsivo como yo? :D
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esos encuentros "sonrojantes" son definitivamente muy interesantes (rima y la vara :P) jajaja... con el agravante de que ocurrió en Le Petit Monde (para no perder el caché jajaja)